Por: ALBERTO MORENO ROJAS
César Lévano, en su columna de "La Primera", al explicar su particular punto de vista acerca de las razones por la que no se alcanzó la unidad esperada entre la izquierda y PNP, afirma su sospecha –en clara alusión al MNI y al Partido Comunista del Perú-Patria Roja- de "que algunos de los partidos de izquierda, guiados por la soberbia, estén exigiendo alto cupo de curules". Agrega más adelante: "la unidad es una oportunidad que se pierde".
Lévano yerra en la primera conclusión, acierta en la última. Ganado por prejuicios ideológicos, pero también por desinformación, piensa que el MNI y PR son organizaciones políticas donde están ausentes los principios, que existen para marchar detrás de un sindicato o una curul parlamentaria.
A Ollanta Humala no nos acerca una relación de último momento. La iniciamos apenas llegado de Corea del Sur y fuimos de los primeros en impulsar su candidatura presidencial en 2005. Relación que culminó con su decisión de distanciarse del MNI, prefiriendo aliarse en su lugar con UPP, con los resultados conocidos: 46 congresistas, gran parte de ellos tránsfugas y logreros.
Apenas culminada la segunda vuelta electoral en 2006, conocida su derrota, la nuestra fue la única organización política que lo visitó para expresarle solidaridad y respaldo, y abogó en todo momento por reconstruir la unidad perdida. Fueron enormes los esfuerzos realizados por el MNI y el PC.delP-PR en ese sentido, convenciendo incluso a organizaciones de izquierda que mostraban clara desconfianza sino rechazo a su candidatura. El resultado fue la conformación de una mesa de trabajo de cuatro organizaciones (PNP, MNI, PCP, PS), que finalmente se disolvió cuando se encontraba a las puertas de firmar un documento que sentara las bases del frente único, porque la delegación de una de las partes declaró que no tenía mandato de la dirección de su partido.
No obstante, persistimos en la necesidad de alcanzar la unidad esperada, que debiera abarcar más allá de las fronteras de PNP y la izquierda, de acuerdo con la estrategia de "gran unidad para el gran cambio". Era la única posibilidad con que contábamos si se aspiraba de verdad a ganar el gobierno y conducir, con acierto y capacidad, los destinos de la nación. Partiendo de las propuestas que hicimos con la política del Nuevo Curso, no era difícil arribar a una plataforma electoral común, como lo demostró el documento nonato referido que se difunde en este número de PR.
Quien tiene una visión estratégica como la señalada, fundada en un proyecto serio y de largo alcance, mal haría en perderse en discusiones sobre cupos o ventajas parciales. No lo hicimos en el período previo a las elecciones de 2006, menos ahora. Toda organización política aspira a tener representación en el congreso o el gobierno, pero esa aspiración no puede ser la base de una unidad seria, responsable, con sentido histórico. Hace mucho que hemos superado la mentalidad coyuntural y estrecha que caracterizó a la izquierda del pasado, que llevó a la ruina a IU. La mirada del partido no se agota en la coyuntura. En tal sentido unos puestos en el congreso pueden permitir avances parciales, pero no resolver los problemas de fondo. La clave sigue siendo el gobierno de la nación.
El desencuentro de PNP con el MNI y el PCdelP-PR se explica por su temor a una alianza con la izquierda que considera radical, cediendo a la presión de la derecha con el argumento de que no "suma sino resta". Piensa que "blanqueando" sus propuestas y distanciándose de organizaciones políticas de principios firmes puede encontrar el camino de la victoria electoral. Le desagrada, además, una organización política que no está dispuesta a someterse a sus dictados. Pruebas las tenemos más de una. Finalmente, medran aspirantes a congresistas que creen que la presencia del MNI y el PC del P-PR podría mermarles su acceso a un asiendo en el Congreso.
El problema, sin embargo, es más de fondo: de diferencia en las visiones de la política y la estrategia. Una estrategia aislacionista y, además, fundada en el líder natural al que se debe obediencia, está condenada a la derrota. Al centro político nunca se ganará desde una posición de debilidad sino de fuerza, de claridad en el mensaje y de relación estrecha con sus actores. No será resultado de la negociación de último momento, sino fruto de un trabajo previsor, de una imagen que genere confianza y de una propuesta realista.
Son excepción victorias que caen como regalo de las circunstancias. La reciente experiencia de Lima es una de ellas, y el colapso de la candidatura presidencial de FS, el inevitable epílogo de una decisión fundada en una lectura falsa de la realidad inducida por los medios de comunicación. Porque no hay que olvidar los oscuros manejos de los estrategas de una derecha conservadora y recalcitrante que hará todo lo imposible para impedir una alternativa seria de cambio. Su lema siempre ha sido "divide y reinarás", con resultados gordos a su favor.
Su segunda conclusión sí que tiene fundamento porque es una verdad de catedral. La consigna ¡gran unidad para un gran cambio! que enarbolan el MNI y PR no es fruto de la improvisación ni es una frase demagógica: es la síntesis de una propuesta de alcance estratégico basada en una posibilidad real. Las elecciones de 2011 podían encumbrar un gobierno de cambios importantes como alternativa al neoliberalismo, a condición de construir una unidad muy amplia que incorporara a las izquierdas, el nacionalismo, el progresismo, el movimiento social y étnico, a los pequeños y medianos empresarios, en torno de una candidatura unitaria y una plataforma común.
Si tal unidad es indispensable para hacer viable la victoria popular, lo será más para gobernar con éxito, pues no serán pocos ni fáciles los obstáculos a enfrentar.
El árbol de la ceguera política impidió ver el bosque. En tales condiciones y frente a la imposibilidad de alcanzar una candidatura unitaria, o por lo menos de una parte de la izquierda y el progresismo, la decisión del MNI de no participar con candidaturas a la presidencia del país y al congreso es la más acertada, honrosa y consecuente con los postulados que venimos sosteniendo sin descanso, pese al costo que significa.
El Perú necesita una izquierda leal a sus principios. Una izquierda con visión estratégica y fuerte sentido ético, con sólidos fundamentos programáticos además de enraizamiento real en el pueblo, que no se escuda en los sindicatos o las ONGs para existir. Una izquierda que afirme su identidad transformadora junto a su capacidad de renovación. Las dificultades o reveses de hoy son transitorios, por lo tanto superables; las posibilidades de recuperación y avance, inmejorables, cualesquiera sean los resultados del próximo abril.
De Patria Roja, el Martes, 08 de febrero de 2011 a las 0:17