Por: Manuel Guerra.
A menos de un mes del referéndum, donde los electores de Lima definirán si revocan o no a la Alcaldesa de Lima y el cuerpo de regidores, no podría decirse que la situación está definida en uno u otro sentido. Las encuestadoras muestran diferencias notables en los resultados de sus sondeos, no obstante que existe unanimidad en el registro de una tendencia al incremento del NO y un descenso del SÍ. La incógnita consiste si esta tendencia se afirmará en el plazo que queda para inclinar la balanza a favor de la permanencia de Susana Villarán.
Lima viene procesando una polarización extraña, imprevisible hace unos meses atrás. No se trata de una polarización entre derecha e izquierda, entre pobres y ricos, o entre renovadores y conservadores. Partidos y personajes representantes de la derecha neoliberal están en ambos bandos; unos, como el PPC y el toledismo, que hace un par de años se enfrentaron furibundamente a la candidata de Fuerza Social, hoy están de su lado, aunque se guardan muy bien en señalar que ello obedece a la necesidad de "defender la institucionalidad democrática". El fujimorismo se esfuerza por aparentar una postura abstencionista, en tanto que por el lado de los revocadores la cúpula aprista y solidaridad nacional aparecen claramente como las organizaciones que sostienen al señor Marco "Turbio" Gutiérrez. El radio de acción de estos últimos está en los sectores descontentos que han sido afectados por las medidas de la actual gestión, como el reordenamiento vehicular y la reubicación del mercado mayorista, por citar dos casos. Asimismo se benefician del atraso político de importantes capas populares donde la izquierda ha sido replegada y el fujimorismo ha echado raíces en base el asistencialismo y la manipulación mediática.
Ni siquiera se puede afirmar que la polarización separe nítidamente la honestidad de la corrupción. Si bien en cierto que resulta evidente la naturaleza corrupta del lado de los revocadores, también es cierto que no se pude meter las manos al fuego por determinados sectores que apoyan a la Villarán, acusados también en diversas oportunidades de manejos impropios con la cosa pública.
Tenemos entonces que la revocatoria se ha convertido en el escenario de un juego político, donde en ambos puntos de la polarización se encuentra la derecha neoliberal, pretendiendo desaparecer o minimizar la presencia de la izquierda. Todo ello con miras a los procesos electorales del 2014 y 2016.
Los resultados del referéndum conducirán a un reordenamiento político, dependiendo quién sale derrotado y quién victorioso. Una derrota de Susana Villarán será aprovechada para golpear y aislar aún más a la izquierda; su victoria pretenderá ser utilizada para favorecer a una opción de centro-derecha, donde la izquierda asimismo termine marginada.
Lo dicho no pretende sostener una postura abstencionista. Hay que trabajar por impedir la revocatoria, pues en el triunfo que llevó a Susana Villarán a la Alcaldía la izquierda jugó un papel fundamental; asimismo la izquierda es parte de la gestión actual. Pero si la izquierda no ve con claridad las cosas perderá independencia política e inevitablemente estará condenada al papel de cargar el agua para molino ajeno. Ha sucedido antes y puede volver a suceder. Por ello sería un craso error que en esta campaña esconda sus banderas, como pretenden algunos, deje de levantar sus propias propuestas, hacer sus propias acciones y posicionar sus propios liderazgos. Hay que ver en este proceso una gran oportunidad para retomar contacto con los sectores populares, esclarecerlos, organizarlos, disputar en su seno la hegemonía política y cultural. En esto consistirá la verdadera ganancia de la izquierda.
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